Azerbaiyán
Una belleza natural impresionante, una población hospitalaria, una campiña pintoresca y una capital cosmopolita hacen de él un sensacional destino viajero y, a menudo, un descubrimiento inesperado, excitante y diferente. Ni europeo ni asiático, el país del fuego es un cúmulo de contradicciones y contrastes, un nexo de imperios históricos antiguos, y también una nueva nación que se transforma veloz, gracias al petróleo. La cosmopolita capital, Bakú, cuenta con un casco antiguo protegido por la Unesco, rodeado por un anillo de impactante arquitectura del s. XXI, a orillas del mar Caspio, rico en petróleo. En el terreno semidesértico que la rodea hay volcanes de barro y curiosos fenómenos de fuego. A apenas tres horas de ruta, aldeas intemporales, con exuberantes huertos, ofrecen un espectacular contraste, con las altas montañas del Cáucaso, como fondo. En la mayoría del territorio, los extranjeros aún son extraños como escasos, pero superadas la timidez y la curiosidad iniciales, se descubre una notable hospitalidad. En su nuevo afán de abrirse al mundo, en algunos establecimientos, desde casas rurales hasta lujosos complejos de golf o esquí, cuentan ya con personal que habla inglés, para así facilitar las cosas a los viajeros. Pero el verdadero encanto está en entenderse con la gente sencilla, en el idioma universal, de gestos, miradas y sonrisas.