De origen volcánico, este país insular de las Pequeñas Antillas ocupa la más oriental de las islas del Caribe. Sus suelos fértiles y su clima tropical lluvioso favorecen el cultivo de la caña de azúcar, que se lleva a cabo con técnicas intensivas de rotación con otras cosechas, como el algodón y el maíz. Es uno de los territorios más densamente poblados del mundo y en él, un pueblo de predominante origen africano vibra en inglés y creole, profesando principalmente el protestantismo. Desde cabalgar olas hasta sumergirse en arrecifes coralinos, en ella no es fácil quedarse en tierra, aunque, si se hace, pocas cosas superan una caminata por su denso interior tropical. Rodeada de playas de arena blanca y aguas de color celeste, ofrece también una animada vida nocturna, con una capital, Bridgetown, de unos seis mil habitantes, que es Patrimonio de la Humanidad, y una hermosa zona interior, que acoge al resto de un pueblo orgulloso y muy amigable. El alojamiento abunda, sobre todo en las costas sur y oeste. La salvaje costa este, por su parte, es una leyenda entre los surfistas, aunque sus incomparables aguas son también muy aptas para el windsurf y el submarinismo. Ajeno al oropel, es un país avanzado, con un índice de alfabetización casi total, que se mueve al son del calipso y deleita con su ambiente isleño, y un ron de fama mundial.
