Camboya
Pese a la brutal crudeza de lo que les tocó vivir en tiempos tan recientes, lo mejor, sin duda, de este mágico y misterioso reino asiático son sus gentes. Y eso que cuenta con la que es considerada como la octava maravilla del mundo: Angkor Wat. Porque la Camboya contemporánea es el estado sucesor del poderoso Imperio jemer, que durante el período de Angkor gobernó gran parte de lo que en la actualidad es Laos, Tailandia y Vietnam. Los restos de ese imperio se pueden ver en esos legendarios templos, monumentos sin igual por su escala y su grandeza. La primera imagen que se tiene de Angkor Wat, el máximo exponente de la genialidad de los jemeres, es sublime, y solo es comparable a unos pocos lugares muy selectos del planeta, como Machu Picchu, en Perú o Petra, en Jordania. Pero Camboya es más que sus templos. Su caótica y carismática capital, Phnom Penh, es una ciudad modernizada que cosecha elogios por su sofisticado entorno a orillas del río, por su renacimiento cultural y por una oferta gastronómica de primera línea. El interior del país permite disfrutar de la vida rural, y de hermosos paisajes de arrozales y plantaciones de palmeras de azúcar. Más adentro todavía están las montañas Cardamomo, que forman parte de la extensa zona tropical, donde vive una escurridiza fauna. Y el noreste es un mundo en sí mismo, con paisajes salvajes donde habitan interesantes minorías étnicas. Pero nada de ello es comparable al pueblo jemer, que ha estado en el infierno y ha vuelto de él, con un espíritu inquebrantable y un contagioso optimismo, que ha hecho renacer su sonrisa.