Desde elevadas cascadas y selva tropical, a ríos repletos de caimanes, pocos lugares del planeta ofrecen una aventura en estado tan puro como la que ofrece este pequeño y boscoso país, ubicado en la costa norte de América del Sur. Con una turbulenta historia de inestabilidad política y tensiones interétnicas, y continuos titulares de prensa que hablaban de corrupción y mala gestión económica por parte de sus gobernantes, debajo de todo eso había, y hay, un pueblo alegre y decidido que está convirtiendo el país en uno de los primeros destinos de ecoturismo del continente. Georgetown, su semiderruida capital colonial, inconfundiblemente caribeña, tiene una intensa vida nocturna, buenos sitios para comer, y un innovador y muy peculiar mercado local. Lejos de ella, en el sereno interior, totalmente amazónico, hay comunidades amerindias, y oportunidades únicas para lidiar con una interesante fauna y una más que exuberante flora. Su costa es de las más agrestes y menos urbanizadas del continente, con zonas de anidamiento de tortugas marinas en todo el norte. Montar a caballo, con auténticos vaqueros en un rancho del sur, o contemplar atónito uno de los saltos de agua más altos del mundo, son otros de los atractivos de este desconocido país en el que el lodo, los baches y el sudor, quedan compensados por una brutal experiencia natural que puede suponer, para muchos, el viaje de su vida.
