Siria
Azotada y castigada por la guerra, fue, sin embargo, antes de ella, uno de los destinos más demandados de todo su área. Y con razón, porque es uno de los países más bellos del mundo. Puerta de entrada a Oriente Medio, Siria presenta una geografía muy curiosa y atractiva. Al oeste, junto al litoral, se sitúa la cordillera del Líbano; al sur se encuentran las mesetas semidesérticas; y al norte, las mesetas más bajas de la cuenca del río Eufrates. La agricultura, de cereales, vid, y frutas, invade las llanuras del oeste, que reciben lluvias suficientes para poder sacar adelante las cosechas. Las mesetas volcánicas del Djebel Druze, de gran fertilidad, también son cultivadas, así como los oasis que circundan el desierto, entre los que se destaca el de Damasco, la capital, que es una de las ciudades más valiosas, atractivas y vibrantes de toda la zona. Junto a ella, Alepo, Homs, en el centro, Palmira, en el desierto, o los castillos de los cruzados como Crac de los Caballeros, visible desde el Mediterráneo, destacan dentro de un país muy completo, desbordante de cultura y hospitalidad que, ojalá, se recupere pronto de las heridas provocadas por una sangrienta y compleja guerra civil que, tristemente, se desató a raíz de las protestas pacíficas contra el régimen de Bashar al-Asad, iniciadas a principios del 2011, dentro de una bella tierra donde el cultivo del algodón y la cría de ovejas, para la extracción de lana, eran antes algunas de las principales preocupaciones.